Mi hijo tiene un amigo imaginario. ¿Debería preocuparme?

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Algunos niños entre los dos y seis años, aproximadamente, se relacionan con un personaje irreal e invisible, pero con un gran significado simbólico en su mundo interno. A este fenómeno se le acuña el nombre de Amigo Imaginario (AI), cuya definición más conocida es la de Svendsen (1934), la cual considera que un AI es “un personaje invisible, nombrado y referido en conversaciones con otras personas, con el cual el niño juega directamente o por lo menos durante algunos meses, que tiene un aire de realidad para el niño, pero no tiene aparentemente ninguna base objetiva”.

Antiguamente se consideraba que los AI surgían para compensar carencias afectivas que sufrían quienes creaban el personaje (Votrosvski, 1895). Sin embargo, esta teoría resultó no ser cierta debido a que los estudios se realizaron en poblaciones de niños huérfanos que vivían en instituciones de protección. Por lo cual se asumía que el grupo experimental, por su condición, probablemente tenía carencias afectivas y sensación de soledad por la falta de unos padres. Sin un grupo control para tener en cuenta este factor, el estudio se encuentra sesgado.

Ahora, tomando como referencia las etapas de desarrollo infantil que describió Piaget, se sabe que la aparición de los amigos imaginarios corresponde a la etapa preoperacional, etapa marcada por la representación y simbolismo entre los dos y seis años. En esta etapa se desarrolla una representación simbólica y espacial del mundo no alcanzada antes. Este avance se expresa de diversas formas, como a través del lenguaje, del juego, de la imitación, de la simulación, del dibujo, de la relación con los iguales y, también, a través de los amigos imaginarios.

¿Por qué aparecen?

La creación de un amigo invisible es un proceso de simulación, al igual que el juego simbólico o simulado, incluir objetos inanimados en los juegos y personificar personajes a través de diferentes roles. Estas acciones están asociadas a una buena comprensión de la mente y emociones de las personas del entorno. A su vez, esta comprensión es un aspecto muy importante a la hora de tener un buen nivel de adaptación social. Esto contradice la idea que comúnmente se tiene sobre los amigos imaginarios de que son creados por falta de habilidades de socialización del menor.

Según Piaget, el uso del amigo imaginario tiene diferentes funciones evolutivas. Por una parte, se encuentra la función consoladora, es decir, el niño se siente escuchado y siente que su amigo le puede ayudar o consolar. Una función compensatoria, la cual se da solo por el mero hecho de compartir momentos con un amigo, en este caso imaginario. También existe una función moralizadora, es decir, el amigo imaginario representa una autoridad moral, por la cual el niño puede ser crítico consigo mismo y tratar de mejorar. Por último, se encuentra la función de estímulo y tranquilizadora, que hace referencia a la activación o mejora de habilidades sociales o de otro tipo que el menor experimenta a través de la interacción con el amigo.

Además, el amigo imaginario también es beneficioso porque se convierte en el espejo del niño, es decir, en el amigo se depositan todas las ideas que tiene de sí mismo que ha ido obteniendo a través de sus relaciones. De esta forma, puede ajustar su autoimagen en función del comportamiento que va observando en su amigo. De hecho, es muy probable que con el amigo se establezcan diálogos que den pie a reflexionar y discutir sobre ciertas situaciones o problemas, de tal forma que se trabajen el enfrentamiento a dificultades y la resolución de problemas, sin que sus actos y decisiones sean cuestionadas por otros.

¿Debo preocuparme si mi hijo tiene uno?

Es posible que algunas personas lleguen a pensar que los niños con AI tengan distorsiones perceptuales o problemas de confusión entre el mundo psíquico y físico y que esto pueda desencadenar en procesos alucinatorios. Pues al fin y al cabo están estableciendo relaciones con un personaje sin base objetiva, al cual le atribuyen emociones, acciones e incluso una personalidad determinada. Esto no es así, pues hay un punto clave que marca la diferencia. En el caso de los AI el niño decide crear el personaje con una función específica y bajo su control, siempre dentro del desarrollo normal de la fantasía y la imaginación infantil, propia de la etapa del desarrollo preoperacional. De lo contrario, las alucinaciones son intrusivas, se encuentran fuera del control del sujeto y éste, normalmente, no es consciente de que no forma parte de la realidad.

Sí es cierto que, a determinada edad, lo normal es que el amigo imaginario sea reemplazado por otros juegos y nuevas relaciones, debido sobre todo al inicio de Educación Primaria, donde se amplía su vida social. Esta ruptura suele ocurrir entre los siete u ocho años, por lo que si se alarga más allá de los diez años sería adecuado ponerse en contacto con algún profesional para esclarecer la situación. También debería saltar la alarma si la única interacción social que tiene es con su amigo imaginario y se niega a entablar otros tipos de relaciones.

¿Cómo actúo al respecto?

Cuando empiezas a sospechar que tu hijo está relacionándose con un amigo imaginario, no es aconsejable insinuar que te está mintiendo o que es malo hablar con una persona que no existe. Tampoco se debe negar rotundamente su existencia, siempre y cuando se recalque el hecho de que es algo que forma parte de su mundo interno y no existe en la realidad de todos. En ocasiones, los padres pueden llegar a hacer intencionada o no intencionadamente comentarios que el hijo interpreta como despectivos. Esto provoca que los hijos piensen que para sus padres son una tontería sus intereses. La mejor opción siempre va a ser tomárselo con naturalidad, es decir, sin prestarle demasiada atención, pero tampoco menospreciándolo.

Sin embargo, hay que llevar cuidado con algunos comportamientos que pueden tener los niños a consecuencia de su amigo imaginario. A veces hacen o dicen algo que saben que no está bien y culpan a sus amigos imaginarios. En estas situaciones hay que mantenerse firme, haciéndole ver que sabemos que el amigo no lo ha podido hacer y aplicando la consecuencia apropiada para cada caso. En otras ocasiones, sienten la necesidad de comunicarse con el resto a través de su amigo, ya sea solicitando que la otra persona le hable directamente a su amigo o teniendo que comentar con su amigo cualquier cuestión que se le presente, sin tomar en primera instancia una decisión. Frente a estos casos, hay que insistir en que se desea escuchar lo que él piensa y no lo que piensa su amigo, o bien, marcar un límite con el cual comprenda que en ese momento estás hablando solo con él y él solo contigo y al terminar podrá estar con su amigo.

En definitiva, tener un amigo imaginario entre los dos y ocho años, aproximadamente, es algo que no debe preocupar, aunque sí hay que estar atento al tipo y frecuencia de interacciones que tiene con éste y, en consecuencia, con las personas de su entorno. Lo importante es que, ante cualquier duda de cómo proceder ante estos casos lo ideal es acudir a un profesional.

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