Los trastornos de la conducta alimentaria, como la anorexia nerviosa, son enfermedades mentales que cursan con complicaciones médicas, psiquiátricas y familiares. En este caso en concreto, existe una percepción distorsionada del peso. Quienes padecen estos trastornos tienen en común la dificultad para aceptarse a sí mismos y alcanzar su maduración y pleno desarrollo. La insatisfacción corporal que les caracteriza es muestra de una profunda descalificación personal, así como el temor a perder el control (sobre la alimentación y de sus vidas), y el rechazo o la vergüenza de aceptar su problema.
Los datos epidemiológicos relativos a los trastornos del comportamiento alimentario venían indicando unas prevalencias de entre el 1 y el 10%, encontrándose entre las 10 causas más frecuentes de incapacidad entre mujeres y presentando el índice de mortalidad más alto de todos los trastornos mentales. Estudios recientes muestran una incidencia creciente, con un aumento preocupante en menores de 12 años durante la última década. Se estima que el 70% de los adolescentes no se siente a gusto con su cuerpo, y 6 de cada 10 chicas creen que serían más felices si estuvieran más delgadas.
Con datos recogidos de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMGF), Montero incide que: “Ni la edad ni el sexo constituyen una barrera para la aparición de los trastornos de la alimentación, aunque las mujeres adolescentes son el sector de mayor influencia con una edad de media de 14 años”. “Desde la infancia hasta la vejez, la relación con la comida puede ser expresión de un malestar interno o con el ambiente”, refiere la profesional.
La pubertad es etapa de cambios de tipo biológico, psicológico y social. “La aparente irreversibilidad de estos cambios, las vías de presión social y la incorporación de la adolescente al circuito de producción y consumo de ocio, son los primeros problemas que refieren las pacientes en consulta”, asegura la psicóloga. Montero comparte tres aspectos clave en las pacientes con anorexia nerviosa: anticipan los cambios y se preparan para ellos de forma inadecuada; afrontan las situaciones con escasos recursos; trabajan más, comen menos y practican ejercicio y presentan una incapacidad significativa para afrontar las situaciones de estrés.
La pandemia ha sacudido nuestro bienestar personal. La incidencia de la anorexia se ha incrementado en crisis económicas y sociales. La crisis sanitaria no ha supuesto una excepción. “Los especialistas en la materia hemos notado el devastador efecto de la Covid-19 con un aumento abrumador de pacientes demandando atención médica y psicológica”, sostiene la especialista. La pandemia en la que nos encontramos ha impactado en todas las áreas de nuestras vidas, aumentado los niveles de incertidumbre, ansiedad y estrés. “El miedo a contagiarse y a contagiar, la demanda de responsabilidad, la exposición al sufrimiento, el cese de las actividades colectivas, la transformación de la vida académica, la reducción de los espacios de intimidad, son algunos de los problemas adicionales con los que se han visto obligados a lidiar las adolescentes”. “Conflictos familiares, probablemente agravados por la situación actual, pueden provocar en los hijos una baja autoestima que usualmente viene acompañada de desasosiego y tristeza. Estas cogniciones y sentimientos también contribuyen a la aparición de sintomatología alimentaria”, aclaran desde la SEMGF.
“Es una lucha constante contra ti misma. La comida se convierte en el centro de tu vida. Te despiertas pensando en ella. Muchas veces incluso sueñas con ella. Te aíslas del mundo. Ahora que estoy mejorando, he recuperado una parte de mis relaciones personales, pero la lucha no cesa”, afirma una paciente.
En las líneas de trabajo de los especialistas con los enfermos, se realizan grupos, talleres y debates para “estudiar sus mecanismos de defensa o resiliencia”, y atienden a: intentar entender y modificar los mecanismos de difusión de la anorexia nerviosa (la presión social adelgazante y la que se transmite en el colegio, el instituto o la facultad); analizar el papel de los adultos en la propagación de la enfermedad e identificar los recursos con los que cuentan los adolescentes.
La promoción de la salud se muestra hasta la fecha como la fórmula más eficaz para favorecer una adecuada prevención de la anorexia. La mitad de las intervenciones preventivas (51%) disminuyen los factores de riesgo para los trastornos alimentarios, y más de un cuarto (29%) reduce la patología actual o futura, lo que constituye unos resultados esperanzadores”.
Gracias por leer nuestro artículo sobre La lucha constante contra la anorexia nerviosa de MentSalud